Sabias que...

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Sean mentiras piadosas o embustes calificados, los humanos tendemos a la farsa más en la tarde y en la noche que en horas de la mañana.

Embustes y mentiras sí tienen que ver con la hora del día, tal como lo ha demostrado un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.

Según los resultados del sondeo, somos más éticos y sinceros durante la mañana cuando las neuronas están bien descansadas, mientras que a medida que transcurre el día descuidamos la ética y somos más propensos a decir embustes sin que esto nos quite el sueño.

El estudio confirmó además que nos sentimos más culpables si nos atrevemos a soltar una mentira en la mañana. A medida que transcurre el día va mermando nuestra capacidad de autocontrol debido al cansancio natural que produce la actividad cotidiana y nos importa menos decir un embuste.
 
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Decimos que una persona es "fría" cuando la consideramos poco amigable o antisocial, y declaramos que nos hemos "quedado helados" cuando recibimos una mala noticia o alguien nos sorprende negativamente. Psicólogos de la Universidad de Toronto (Canadá) demostraron no hace mucho que estas expresiones son algo más que simples metáforas, ya que existe una conexión directa entre la soledad y la percepción del frío. Concretamente, el estudio revela que el aislamiento social y los sentimientos de soledad y aislamiento producen una sensación física de frío.

En los experimentos llevados a cabo por Geoffrey Leonardelli y sus colegas, las personas que se sentían excluídas socialmente tendía a valorar que la temperatura ambiental de una habitación era mucho más baja de lo que percibían las personas con "calor" social de familia y amigos.

En las conclusiones, dadas a conocer en la revista Psychological Science, los autores del trabajo revelaban además que las personas que se sienten rechazadas o no aceptadas en un grupo sienten la necesidad de consumir más alimentos calientes -como un caldo de pollo o una taza de chocolate caliente- que quienes se sienten socialmente integrados, algo que Leonardelli atribuye a la sensación de "frío" que causa la exclusión.
 
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Dos investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y la de Oxford han comprobado que el chocolate sabe mejor en un vaso naranja o de color crema que en otro blanco o rojo.
Según un comunicado de la UPV, los resultados del estudio han sido publicados por la revista Journal of Sensory Studies y el trabajo se suma a investigaciones recientes que demuestran cómo nuestros sentidos aprecian los alimentos de forma diferente dependiendo de las características del recipiente donde se toman.
"El color del recipiente donde se sirven los alimentos y las bebidas puede realzar algunos de sus atributos, como el sabor o el aroma", según Betina Piqueras-Fiszman, investigadora de la UPV.
La científica, junto a su colega Charles Spence de la Universidad de Oxford (Reino Unido), lo ha comprobado en el caso del chocolate líquido.

La pareja planteó un experimento donde 57 participantes tenían que evaluar muestras de chocolate caliente servido en cuatro tipos de vasos de plástico, del mismo tamaño pero de diferente color: blanco, crema, rojo y naranja con interior blanco.
Los resultados revelan que el sabor del chocolate servido en los vasos naranja y color crema gustó más, según los voluntarios que lo probaron.

Sin embargo, el dulzor -no el sabor a cacao- y el aroma -el olor-, apenas se vieron influidos por el color de la taza, a pesar de que los participantes comentaron que en los vasos de color crema se detectaba ligeramente un chocolate más dulce y aromático que en los otros.

"No existe una regla fija para poder decir que un sabor o aroma se realza con un color o tono en particular", reconoce Piqueras-Fiszman.

"Esto en realidad varia con el tipo de alimento, pero lo cierto es que, como el efecto ocurre, se tendría que prestar más atención al color de los envases, ya que tiene más potencial del que uno se puede imaginar".
Según el estudio, estos resultados son relevantes para los científicos interesados en comprender cómo el cerebro integra la información visual, no solo de la propia comida, también del recipiente o el envase en el que se consume.

Además, pueden animar a los cocineros y profesionales de la hostelería, así como a los del sector del envasado de bebidas y alimentos, a pensar más en el color de las vajillas y los embalajes.

"Es cuestión de experimentar para conocer cómo afecta el propio contenedor a la percepción que tienen los clientes del producto", ha señalado.

En el mismo artículo se repasan las conclusiones de otros estudios anteriores que también confirman el efecto del recipiente sobre las características sensoriales de la bebida o el alimento.
Algunos ejemplos son latas más amarillas para percibir mejor el sabor a limón o vasos de refresco que si están pintados de colores fríos, como el azul, parecen saciar mejor la sed que con los cálidos, como el rojo. Y si son rosas, el líquido incluso se nota más azucarado.

En otros casos, se ha demostrado que una mousse de fresa se aprecia más dulce e intenso en un plato blanco que en otro negro, según las fuentes.
Respecto al café, una mayoría de encuestados asocia el color marrón del paquete a un sabor y aroma más fuertes, mientras que si son rojos se atenua esa sensación, y si están coloreados de azul o amarillo, la bebida se percibe más suave.
 
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No percibimos visualmente a los individuos que nos rodean de manera objetiva. Investigadores de la Universidad de California del Sur (EEUU) han demostrado que los factores sociales tienen un efecto directo sobre cómo procesamos la realidad. Que a una persona le guste o le disguste otra influye en cómo procesa el cerebro sus movimientos, incluso si son tan sencillos como levantar una taza de café. Así lo han demostrado Mona Sobhani y sus colegas en un estudio que publica la revista PLoS ONE.

La mayor parte del tiempo, ver a alguien en movimiento activa a nuestras neuronas espejo. Pero si la persona a la que observamos nos desagrada por algún motivo, percibimos que se mueve más despacio de lo que realmente lo hace. Así lo ha demostrado Sobhani, que en sus experimentos presentó a una serie de sujetos como pro-nazis, mientras a otros se les etiquetaba como personas "de mente abierta", y pidió a varios individuos que los observaran. Según mostraron las imágenes obtenidas por resonancia magnética existe una diferencia clara en la activación de las neuronas de la corteza premotora ventral en función de la afinidad entre el individuo que observaba y el que estaba siendo observado. "Algo tan básico como el modo de procesar los estímulos del movimiento está relacionado con nuestras relaciones interpersonales y se ve afectado por factores sociales", concluyen los autores de la investigación.
 
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El tamaño del pene es una de las mayores preocupaciones del varón, pero debería decirse que el atractivo del hombre desde el punto de vista de una mujer tiene sus variables. La belleza siempre se percibe según sea el ojo del espectador y el tamaño del pene es más un tema de percepción que de las medidas reales, pero es tanta la importancia que se le da, que el tema llega a ser un asunto de autoestima y como tal hay que tratarlo.

Los razonamientos, cuando hay un complejo, no siempre surten efecto y cuando un hombre considera que su pene es pequeño, no escatimará esfuerzos (si puede) en hacer que su pene crezca, aunque sea en su imaginación.

Hay algo de cierto en que “el tamaño sí importa” pero no es toda la verdad. Hombres que se han sometido a cirugía de alargamiento de pene, muy por el contrario de rentabilizar su gran tamaño, su autoestima no ha crecido, sino más bien ha tenido que sufrir de erecciones en ángulos raros y deterioro en sus relaciones sexuales, disfunciones eréctiles, etc...

Pero, adelgazar ¿alarga el pene?

Es como decir, adelgazar ¿alarga la nariz? La nariz sigue siendo la misma, pero si las mejillas bajan y el rostro se afina, la nariz aflora. Aunque el ejemplo sea un tanto burdo, puede valernos si lo que queremos explicar es qué ocurre con un vientre abultado por una capa de grasa. El tamaño del pene sigue siendo morfológicamente el mismo, pero la percepción que tenemos de él es muy diferente. Cuando el pene está en erección, si seguimos con los dedos su estructura hacia su raíz, veremos que viene desde mucho más dentro que la superficie de la piel. Por lo tanto, cuánto menos sea lo que está bajo la superficie, más volumen habrá fuera. Si la capa de grasa que está en nuestra pelvis se engruesa en 1 o 2 cm, obviamente perdemos 1 o 2 cm de pene, aparte de toda la elasticidad que pierde nuestro cuerpo y eso sí que entorpece nuestra vida, tanto la sexual como el resto de actividades.

La grasa puede ocultar poco o mucho la parte de la superficie del pene. De manera que el mejor tratamiento es conseguir y mantener un peso apropiado. Entonces, si volvemos a hacer la pregunta ¿Adelgazar hace que aumente el tamaño del pene? La respuesta sería que sí.

¿Hay técnicas para alargar el pene?

Se argumente lo que se argumente, su preocupación por el tamaño del pene seguirá estando y si desea tener un pene más grande intentará conseguirlo. Al parecer, hay algunas técnicas que consiguen alargarlo y engrosarlo. ¿Cuánto? Depende del hombre, depende de su constancia. Esas técnicas consisten en masajes y en la tracción de los tejidos, como el prolongador o extensor Gnetic. Los masajes de estiramiento de Jelqing y son los mismos que se utilizan para corregir la enfermedad del Peyronie o pene curvo.
 
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Un reciente estudio afirma que el hombre es incapaz de escuchar por mucho tiempo a una mujer ya que queda agotado por razones fisiológicas. Ante esto, el hombre "desconectaba" y no la escucha más.

En una pareja, generalmente, ella se queja de que él no la escucha y él de que ella habla demasiado. Cuando se está frente a un conflicto la mujer tiende a hablar al respecto y el hombre prefiere esperar a que las cosas se calmen. En definitiva, los varones eligen el silencio y las féminas, las palabras.

Un estudio británico reveló hace pocos días que los tonos femeninos abarcan toda el área auditiva del cerebro, mientras que la voz del hombre requiere del sector subtalámico.

El informe se realizó a través de una tecnología especial para poder captar los movimientos de la misma manera que pueden visualizarse en una resonancia magnética.

“Las mujeres tienen una voz con sonidos más complejos”, aseguró uno de los investigadores a cargo, Michael Hunter, profesor de la Universidad inglesa de Sheffield.

Este hallazgo pretende demostrar por qué el hombre no puede sostener la atención en el dialogo con la mujer durante mucho tiempo.

Es más, “un esfuerzo en atender durante mucho tiempo la conversación femenina podría afectar la zona cerebral masculina”, indica el profesional.

COMUNICACIÓN MASCULINA Y FEMENINA

La resonancia fue efectuada en doce voluntarios varones y se comprobó que la voz masculina y la femenina activan diferentes áreas del cerebro. “El sonido que percibimos, dependiendo del género es recibido y procesado de manera distinta”, confirma Saavedra.

El autor del estudio explica que la mujer emite un rango de frecuencias de sonido más complejo que las del hombre debido a diferencias en el tamaño y forma de sus cuerdas vocales y su laringe.

El tono suave y melódico de la mujer provoca la dispersión masculina. Según los especialistas, “más allá de toda broma, si una mujer quiere conversar con un hombre, lo deberá hacer en períodos cortos y si no es posible tampoco eso, habrá que dejar las conversaciones para las amigas”, comenta sonriendo Saavedra.

“En una relación de pareja podemos ver que el hombre no es que no le guste hablar, sino que no sabe cómo hacerlo.”, comenta el psicólogo chileno Nicolás Amenábar.
 

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